Saturday, December 17, 2005

CRISIS DE CONFIANZA

CRISIS DE CONFIANZA

Hernán Narbona Véliz

En mis primeras impertinencias, hace más de quince años, preguntaba “¿Por qué después de darte la mano me cuento los dedos?. ¿En qué ventanilla del infierno haremos cola?. ¿Habrá quien llegue recomendado?”. Duele apreciar en la cotidianidad que esa crítica visión no era exagerada.

Inevitablemente al escribir esto uno queda orbitando un lenguaje casi depresivo. Los hechos que uno vive o conoce son estremecedores. Son muchas las señales de una crisis moral: hermanos que traicionan a hermanos, quiebres afectivos, soledad urbana, incapacidad de asumir compromisos, problemas que se traducen en desequilibrios emocionales, en oportunismo, en ley de la selva, en donde existen desalmados al acecho, que usan la amistad o el afecto como peldaño, pisoteando sin asco ni remordimiento a quien se les cruza. ¿Son las reglas del juego de la sociedad de mercado o una degeneración cultural sui generis, de nuestra sociedad, en donde la palabra cada día vale menos?

En el alma de Chile percibo una crisis de confianza. La fe pública y la confianza interpersonal están amenazadas. La corrupción puede jaquear los sistemas democráticos y es algo que está en el alerta rojo de entidades prestigiosas, como el Banco Mundial. Nuevas formas de convivencia, ambiciones desmedidas, que postergan cualquier sentimiento, empiezan a ser ejes sobre los cuales actúan, con un individualismo enfermizo, los seres humanos. En la sociedad de consumo cualquier forma parece válida para la obtención de dinero y poder.

El oportunismo, repito, aparece como un síntoma diario de este sálvese quien pueda. Duele ver apiladas las propuestas y utopías, sin que nadie se asome a ellas. Se evitan los debates. El refugio personal podría ser la amistad, ese viejo amigo del colegio. Sin embargo, nadie asegura que en ese grupo, que uno atesora en el recuerdo, no hayan cambiado las personas, que muchos de ellos ya no vean la vida como la intuíamos al comienzo. Que algunos vean al grupo como probables clientes para un cambio de AFP o para la adquisición de tumbas elegantes.

Por eso, el hombre de hoy busca resguardo a tantos desafectos en esa pseudo seguridad que da tener dinero. Aunque pueda ser cierto eso de que con plata se compran huevos estos pueden venir con salmonella. A la larga, sin desconocer por cierto la variable económica, para la calidad de vida, nada suple el equilibrio afectivo que da amar y ser amado. La sociedad, expresión abstracta de un colectivo integrado por seres que transitan dimensiones comunes, refleja esta crisis de espiritualidad, estas angustias de fin de siglo, con soledades que se vuelcan en depresiones, desencantos que llevan a reacciones agresivas, desamores que hunden a las personas en limbos inexpugnables para la pura razón.

Se necesita revitalizar la capacidad de creer, fortalecer la virtud de la fraternidad, de la colaboración, Necesitamos valorar la pertenencia a espacios que se aman, conjugar a la familia como un proyecto que va mucho más allá del televisor a color en cada dormitorio. Dejar espacios en la vida de hogar y en el trabajo para que asertivamente se exprese el amor y los afectos. Que nos toquemos, que expresemos el cariño y que seamos capaces de volver a creer.

Que no logre aplastarnos esta nube opaca de la dispersión, del individualismo. Ojalá existiera de nuevo la plaza de pueblo, para dar vueltas, sin prisa y conversar y saludar a los conocidos, intercambiar sueños, encumbrar con ese vecino de siempre una ilusión de compañerismo. Ojalá que la tertulia no pasara por las colas de un hipermercado, que hubiese tiempo para decirse, a tiempo, que nos estimamos, que sentimos afecto por el otro, sin que nadie medie ningún interés, sólo porque sí, sólo porque somos humanos.

Volver a creer es una necesidad colectiva y personal, que cruza nuestra sociedad. Tal vez sea precisamente una necesidad de libertad, de poder expresar sentimientos sin temores, sin dudas, sin manipulaciones, para seguir adelante confiando que cada día es una oportunidad para practicar y descubrir un nuevo sueño.

Miércoles 25 de marzo de 1998

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