Al rescate de la sabiduría
Vieja será tu abuela....
Cuando los amigos de tus hijos comienzan a llamarte “tío”, preocúpate.
Cuando tu nieta te llame “tata” , resígnate. Pero si tu mujer te quiere tramitar la jubilación anticipada, deprímete.
Estoy invocando un sagrado derecho a ser escuchado. Quizás tenga crujidera de huesos y necesite una actividad menos sedentaria, pero de ahí a ser descartado laboralmente o lapidado de “viejo”, me resisto absolutamente a aceptarlo. Como tengo una autoestima a prueba de balas, competitiva hasta en el mismo Buenos Aires, no me llega a desanimar la realidad excluyente que la sociedad actual tiene respecto a los seniors, a esas personas que ya cruzamos el medio siglo y tenemos un almud de recuerdos de un período de la historia latinoamericana, del cual fuimos, mal que peor, activos protagonistas. Porque la experiencia acumulada es un patrimonio que pesa a la hora de las decisiones. Porque el hecho de cronológicamente no poder aplicar a un mercado laboral estereotipado, no impide que cuando se necesita visiones integradas de los problemas, se nos busque. Cuando se nos permite demostrar nuestra vigencia, ese handicap de la edad se convierta en una ventaja, por supuesto bajo la exigencia de constante actualización y aprendizaje.
Escapando a la depresión anímica, quiero recordar cuando creé en la Universidad Católica de Valparaíso, a sugerencia de otro viejo grande, Luis Nicolini, 15 años atrás, del Taller Literario “Caminando hacia las Letras en la Tercera Edad”, donde aprendí a querer a un puñado de viejos-jóvenes que volvían a renacer a través de la expresión escrita. Hasta el día de hoy tengo amigas octogenarias que saben disfrutar de la vida, saben brindar un buen consejo o arrancar una sonrisa hasta en las peores situaciones.
Como mi vida ha ido en rieles paralelos, entre las letras y el business, he podido apreciar también la capacidad intelectual y de gestión de adultos mayores. Me honro de la amistad de Sergio Merino, primer Presidente de la Asociación de Empresarios Cristianos, discípulo del padre Hurtado. Sergio está este fin de semana en Ecuador dictando un Seminario para apoyar a la Asociación de Empresarios Cristianos de Guayaquil. Atléticos 78 años, tensita y gran conversador y una eminencia en la cátedra ingenieril. Sergio integra nuestro equipo de Consultores Asociados y cuando cumplía 75 años, sus seis hijos y veintitantos nietos le preparaban un cumpleaños. Pero él tenía compromisos en Cochabamba para dictar clases en la Maestría en Comercio Internacional que estábamos apoyando en Bolivia. Y su deber fue primero, postergando su celebración y cumpliendo con mayúsculas con sus conferencias en ese programa. Eso es calidad, eso es compromiso. Eso es para sacarse el sombrero. Es sólo un botón de muestra para resaltar la capacidad que tienen adultos mayores para aportar su experiencia y sabiduría a la sociedad.
Cuando los cincuentones andan depresivos es bueno mostrarles casos como el comentado. Bajar los brazos a la mitad de la vida es suicida. Cuando se trata a la tercera edad como si fueran inútiles a los que hay que ayudar a bien morir, se niega la capacidad y riqueza que hay en ellos. La capacidad de aprender, de analizar, por lo general se desperdicia y el caminar lento se asimila al pensar lento, lo cual es totalmente equivocado. Porque esos adultos mayores con herramientas como Internet en sus manos pueden dar grandes sorpresas y pueden aportar mucho a la sociedad si alguien les abre las puertas.
Con la esperanza de vida acercándose al siglo, los cincuentones están en la madurez ideal, con la líbido fulgurante, con cualidades de buen vino –aunque están también los viejos vinagres- , con capacidad de entregar al país energías y sobre todo visiones fundadas en ideas o principios, que hoy se extrañan. El gran cambio de switch ha sido el acostumbrarse a vivir en la incertidumbre, sin seguridades, sin empleos de por vida, compitiendo y cumpliendo objetivos. Esto tiró a la lona a muchas personas que nacieron para jubilar y que aspiraban a un empleo público que, aunque fuera aburrido, plano y con manguillas negras, asegurara una jubilación y que nadie te moleste. Ese sueño de la clase media baja emergente en los años treinta, es hoy una caricatura. Aunque persista en muchas personas una mentalidad temerosa a los cambios y de poco compromiso con los proyectos. Esos para mí nacieron viejos y hay muchos jóvenes , cronológicamente hablando, que por dentro son vejetes burócratas que no se juegan por nada. En cambio, del otro lado del piano, hay viejos que jamás envejecen, que mantienen sus bríos, su picardía, su capacidad de seducir, de amar –aunque quizás el Viagra venga en su ayuda para no hacer papelones-, su alegría de vivir y su compromiso diario, con amor, con aquello que hacen. Es la energía de esas abuelas de mayo que lucharon hasta romper las barreras y encauzar la justicia, son las abuelas y madres de víctimas que en Chile abrieron espacios. Son personas que viven a concho y al partir dejan la sensación generalizada de que se ha perdido un motor social, una bandera, un soñador indispensable.
Aunque necesite de vez en cuando hacerme una friega con el carné, aunque haya sido vapuleado e incomprendido, Aunque me hayan llamado viejo y viejo fresco más encima, esos dichos no me amilanan. Enarbolo como francotirador una nueva bandera y, porfiado como soy, frente a esas descalificaciones, me la juego con pasión por el amor, la familia y los sueños, con el lema de que lo posible se hace y lo imposible se intenta. Eso es vivir.
Desde Ecuador especial para El Expreso
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