Piden excusas al autorEn cada familia hay un desterrado
La ira de los exiliados
Al que le venga el sayo, que se lo ponga
Delincuentes que se fueron de exiliados en Suecia
El exilio sin aureola
El sufrimiento de cientos de miles que debieron salir de Chile estuvo también marcado por el oportunismo, el sectarismo e incluso la franca sinvergüenzura
hnarbonaveliz@yahoo.com(25/08/03)
SI HUBIESE SIDO cierto lo que tantos declararon para sus trámites de refugio o asilo, que, cual más cual menos, habían estado “heroicamente en la defensa del gobierno popular”, el contingente que se habría podido juntar habría dado un tumbo a la historia.
Mas, no fue así. Entre verdades dolorosas y una importante cuota de fantasía colectiva, los chilenos, a partir de 1973, fueron dando evidencias de estar en situación de shock, pero al mismo tiempo de bastante agudeza para percibir nuevos escenarios y adecuarse rápidamente a ellos.
Quizá duela plantear descarnadamente el trasfondo del exilio. Pero es necesario si se busca sincerar la comunicación con los jóvenes de hoy.
La negación del derecho natural a vivir o morir en la tierra que se reconoce como suelo patrio constituyó una decisión perversa. Una medida deleznable, un estigma en la convivencia que dividió a Chile en un mosaico de Chiles repartidos por las barriadas de Europa, Buenos Aires, Canadá, México o Australia.
Sin embargo, una lectura más fría y objetiva, planteada con una cercanía vivencial a los hechos comentados, nos haría revisar la forma en que se fue dando el fenómeno del exilio, más allá del repudio conceptual y moral que éste implica, adentrándonos en la idiosincrasia del chileno que, de pronto, se vio catapultado a culturas diferentes, a medios en donde la palabra se respeta, en donde se practica la buena fe. Se trataba, por otra parte, de sociedades intrínsecamente protectoras, a partir de la concepción misma del Estado, que tendieron programas atractivos de inserción para los exiliados chilenos, uruguayos o argentinos. Anfitriones que, a poco andar y curados de espanto frente a las frescuras de los latinos revolucionarios, fueron lentamente cerrando las puertas y procurando finalmente medidas para que de alguna manera esos refugiados volvieran a sus respectivos países.
¿Cómo se fueron perfilando las relaciones de los exiliados con los que se quedaron en Chile?
¿Cómo, luego de recuperada la institucionalidad democrática, se asumió el problema de los retornados?
¿En qué momento derivó el proceso de compensación moral para esos compatriotas excluidos, hacia una desacertada medida economicista, que terminó siendo usada para beneficio de personas que traficaron con la franquicia otorgada a los que regresaban?
OPORTUNISMO Y SECTARISMO
Mucho habría que decir de la solidaridad con que el mundo acogió a los primeros exiliados políticos chilenos. Jamás se terminaría de agradecer las vidas salvadas por la bonhomía de personas que se jugaron por ayudar a quienes estaban perseguidos. La historia quizás dé cuenta de gestos de solidaridad de personas que estaban en trincheras ideológicas opuestas, pero que fueron capaces, al momento crucial, de privilegiar valores profundos de humanismo.
La otra cara del exilio, de la cual poco se habla oficialmente, pero que casi toda familia chilena conoció de cerca, es reconocer francamente la actitud oportunista - lo que no quiere decir que no haya sido comprensible- de miles de chilenos que hicieron del exilio una buena chance de buscar nuevas expectativas económicas y sociales.
La inserción en las sociedades que los acogían fue fácil. Sobre todo para los primeros en salir o que fueran expulsados. Ellos se vieron favorecidos por programas de apoyo, de reunión familiar, de reinserción, posibilidades de seguir estudiando o de ejercer profesiones que tenían en Chile. Sin embargo, en la mayoría de ellos no estaba el ánimo de quedarse. Cada noche esperaban una noticia milagrosa que les permitiera volver. Para ellos todo el período fue un interminable paréntesis de 15 años, que vivieron con las maletas preparadas para el retorno. Mientras tanto, la familia crecía, hijos que por sangre tenían derecho a doble nacionalidad, al no haber sido inscritos en los consulados chilenos, se fueron quedando como extranjeros, adoptando por el peso de los acontecimientos su nueva pertenencia, mientras los padres o abuelos seguían clavados a un once de septiembre de 1973.
Fuera del país, se repitieron los moldes de convivencia que imperaban en los setenta: grupos de poder, partidos políticos que competían para ser vanguardia en la recuperación democrática, lo cual se traducía en canalización de recursos hacia las respectivas tiendas políticas. Parcelas de poder por doquier, círculos cerrados, sectarismo.
En términos generales, en el exilio hubo élites y masa: la dirigencia y los líderes integraban las primeras, que se codeaban con la flor y nata de la clase política e intelectual de Europa. La gran mayoría se agrupaba en ghettos y usaba hasta donde se pudiera la seguridad social espléndida de algunos países del viejo continente y tras haber claudicado las más de las veces de sus parejas originales mantenía como barniz muy tenue la condición de exiliado político. En las personas que salían del país existía un estilo de relación muy condicionado a la obtención de ayuda. Los programas de apoyo eran generosos y los usuarios los asumían muchas veces como si la sociedad que solidariamente los acogía tuviese la obligación de protegerlos, cual si fuese el pago de una deuda del sistema por su situación de refugiados. No es exagerado que el chileno al salir vivió una transformación; uno de sus elementos fue el manejo superficial y manipulador de las relaciones humanas.
Poco a poco dichas facilidades se fueron ajustando, pero las condiciones de cesantía e inseguridad económica que vivió el país en los ochenta motivó nuevas oleadas de refugiados, con un estilo diferente. En las migraciones de los ochenta se agudizó el exilio económico de supervivencia. Ya no era el dirigente estudiantil universitario el que se asilaba, era el poblador, el zapatero remendón del barrio, que se conseguía las cartas que lo acreditaran como perseguido por el régimen militar. Ese poblador recompuso fuera de Chile su barrio, reconstruyó relaciones con sus amigos de club, se los llevó a todos y se reimplantó ese pedazo de Chile, con espíritu tribal, lejos de ideologismos, practicando una solidaridad bastante más abierta que la de los exiliados por motivos políticos.
Chile Democrático mantiene una deuda histórica con los países que acogieron solidariamente a quienes emigraron durante el período militar. Sería un gesto de nobleza que quienes echaron raíces en países extranjeros durante ese largo período pudieran organizar acciones de reconocimiento hacia esas naciones, principalmente en orden a profundizar las relaciones culturales bilaterales, para un acercamiento que ha quedado pendiente. La transculturización no fue asunto teórico. Dejó llagas en los espíritus, dejó hijos sin sentido de pertenencia, familias desgajadas.
PILLERÍAS Y SINVERGÜENZURA
Pero también la falta de valores éticos hizo que bajo la excusa de captar ayuda para la lucha por la recuperación democrática, muchos desalmados se aprovecharan de esas corrientes de ayuda para beneficio propio. A fines de los ochenta, creo que hubo muchos que en su íntimo interés hubiesen querido que se extendiera la dictadura de Pinochet hasta fines del siglo XX.
No porque estemos recordando con nostalgia los 30 años del golpe militar nos vamos a convertir en ingenuos. Las conductas egoístas, ventajistas y corruptas se dieron más de lo que se piensa en torno al drama del exilio. Y de esto no hay aún una evaluación seria que sincere estas oscuras situaciones.
COMENTARIOS DE LECTORES
* Creo que el tema es algo que incumbe solo a la historia de juzgar , nadie tiene el monopolio de la verdad .. y nadie eligio ser un exiliado. Renzo Palma
* Me parece que desconoces que hubo muchos chilenos que vivieron su exilio en África, hablo específicamente de Mozambique, uno de los cinco países más pobres de este continente. Varios jóvenes profesionales, e incluso con hijos, viajamos a esa nación para vivir una aventura sólo con el deseo de contribuir a ese proceso revolucionario. Ellos nos dieron lo mejor que tenían y a pesar de las enormes faltas de todo lo que te puedes imaginar, fuimos seres privilegiados por la experiencia que vivimos y ese gran aprendizaje que adquirimos. La gran mayoría proveníamos de otros países europeos desarrollados. A la distancia, siento que fueron los mejores años de mi vida. Carmen Donoso
* Desde Austria mis saludos al autor de "el exilio sin aureola". Vivo acá desde hace dos años y me he percatado de esta dramática realidad, por lo cual encuentro notable la manera en que se plantea dicha situación. Mis felicitaciones al autor. Vj
Quisiera agregar o más bien acentuar al artículo del “exilio sin aureola” que, en estos 30 años no ha habido ningún partido, organización o intelectual que haya asumido este problema en forma de autocrítica. Fui unos de esos individuos que militaron en las bases de los partidos de la UP (en el exilio), donde la realidad era trastocada con la cultura del país que te acogía, haciendo de nosotros uno de esos personajes de la Europa de los ‘40. Tampoco he visto o leído las denuncias sobre los escándalos de los "Tratantes de Exiliados", donde una gran cantidad del lumpen se traslada a Suiza con documentos falsos, los cuales fueron extendidos por personas del ámbito legal y cercanos a la dictadura. En fin, me alegro que en este diario existan personas tan claras en sus análisis. ¡¡¡Sigan en esa senda!!! Álvaro Vidal P.
* Chilenos han crecido por dentro en el exteriorDavid Lorenzo Soto Lepe, www.chileatento.com, BrasilMe parece que no debiera ser tan fácil hablar en contra de los compatriotas en el extranjero. Dicen que el chileno salió, que cuando la situación interna estaba penca se arrancaron y ahora lloran por Chile. Pero tenemos que considerar también que en esa época a nadie le importaba nada, tanto es que el emigrante llevaba solamente lo puesto, sin plata y sin nada para el frío, salió sin pensar en las consecuencias, ya desesperados por una situación que parecía no tener mejora alguna.
En los terminales de buses de Porto Alegre/ Brasil, era penoso cómo todos los días llegaban buses repletos de chilenos, bajando del bus sin tener un punto de llegada, gente con guagua, viejos desamparados, etc. Pero parecía que era mejor así, salir de una amenaza constante de perder la vida, sin tener nada que lo comprometiera, hombres libres de principios, trabajadores e inteligentes que tienen que salir en busca de nuevos horizontes y principalmente la libertad y felicidad de su familia.
El chileno es un hombre de carácter que salió de su país sin incomodar a nadie, estando fuera sufre, "comiendo el pan que el diablo amasó" y no llora por ayuda, solito se rasca con sus propias uñas. El chileno desde niño es humilde y sufrido, que batalla para estudiar, trabajar y ayudar a su familia. El chileno fuera de su patria (la mayoría de ellos está en situación privilegiada) por su propia lucha, esfuerzo y estudio sale adelante, muchos son ejemplos en sus países de residencia.
Realmente como dicen, los chilenos lloran por nuestra tierra madre, que los vio nacer, por sus familias, tradiciones, nostalgias y que sé yo. Con todas las experiencias aprendieron a amar su país y a conocerlo, interesándose por todo lo que pasa, comunicándose con sus compatriotas en el mundo, repasando informaciones. Existe algo diferente ahora entre chilenos extranjeros, aprendieron a valorar muchas cosas, principalmente a respetar a sus semejantes, sin diferencias de color, política, religión o posición social, experiencias del pasado, esas amargas ya pasaron.
* Ciudadanos de tercera claseMario H. Concha Vergara, Maracay, Estado Aragua, Venezuela
No puedo menos que felicitar a Hernán Narbona Véliz y estar de acuerdo con el artículo "Derechos Robados". El tiene toda la razón: el tema del exilio no está cerrado. Los exiliados ahora somos víctimas de nuestros "ex-compañeros", muchos de los cuales viven con sueldos millonarios medrando de una burocracia enferma y anti solidaria. Muchos chilenos dejaremnos nuestros huesos fuera de nuestra patria debido a que somos ciudadanos de la XIV Región; es decir, de última. No importa que seamos escritores, periodistas, profesores universitarios, intelectuales, maestros carpinteros, entrenadores de caballos, etc. Somos ciudadanos de última que luchamos por un ideal que, equivocado o no, fue una lucha honesta.
Nunca nadie podrá decir que los que éramos llamados "upelientos" nos hicimos ricos, ni nos pueden acvusar de éscándalos como los que ahora han emergido de las actuaciones de nuestros "robo-lucionarios" compatriotas que lamentablemente cada día actúan más como burócratas lumpenburgueses (espero que se aprendan la palabrita). Tenemos que seguir luchando para que se nos haga justicia y no sigan negociando con nosotros. Un abrazo solidario
* El pago de Chile José DonosoTengo 32 años y desde que regresé a Chile en enero de 1988, me he encontrado con muchas personas que de forma poco elegante me ha enrostrado resentidamente mi condición de retornado y de exiliado político. Como podrán entender, salí del país el año ‘73 cuando tenía apenas dos años de edad, por lo que no tuve participación ni menos aún algún tipo de responsabilidad en esos años turbulentos. Sin embargo, pertenezco a la subcultura de los exiliados chilenos, por cuanto este artículo me violenta e insulta una vez más. Muchos trabajaron de manera honesta y decidida aportando trabajo profesional y técnico en países como Mozambique (África). Allí tuve la suerte de vivir por más de diez años junto a cientos de chilenos que, en su mayoría, pertenecían al Partido Comunista. En definitiva, la visión de chilenos flojeando y aprovechándose de europeos “ingenuos”, me parece sesgada. * Chaqueteo por doquierPatricio Orellana Vargas
Muy interesante su artículo. Coincido con Ud. en el sentido de que el exilio chileno fue un proceso difícil para muchos y demostró su gran capacidad para enfrentar esas situaciones. Esta fue la realidad de la mayoría de los relegados del país.
Sin embargo, a su vez coincido con el criticado Sr. Narbona, en cuanto a que este tema tuvo otra cara, correspondiente a la de quienes administraron la generosa ayuda internacional. Fue, precisamente, en ese proceso específico se gestaron las trenzas de poder que actualmente dirigen la Concertación, que hicieron rápido abandono de los principios que declamaban en los foros internacionales.
Parece increíble que todos los socialistas, PPD y radicales que se declaraban totalmente contrarios al neoliberalismo, que formaron parte de partidos que tenían una tradición de probidad y austeridad, ejecuten una política copiada a la de Margaret Thatcher, forjando el gobierno más corrupto de la historia de Chile (sólo en competencia con la dictadura).Sobre el chaqueteo, creo que es un rasgo nacional absurdo. Se llega a tales extremos que en las noticias del tenis, por ejemplo, se dedican a denostar al que va quedando atrás, y el que gana aparece derrotando al otro chileno, obviando que dos o tres compatriotas están en excelentes lugares del ranking mundial.
Me parece insoportable el odio envidioso hacia Isabel Allende, escritora que es el símbolo de Chile en el mundo. Todos los literatos solo exudan envidia, en vez de felicitarla. En fin, nadie la defiende.
Sobre la clase media, creo que hay un aspecto que destacar: en Chile todos somos de clase media. Un estudio de dos sociólogas llegó a esa conclusión, porque nadie se cree de la clase alta o baja, porque hay otros en mejor o peor posición, según sea el caso. Evidentemente que la realidad social no es esa, pero es la imagen que la gente asume. Esto distorsiona las creencias de cada clase. Felicitaciones por su lúcido análisis.
* En cada familia hay un desterrado Jorge Aguayo,
Leyendo el artículo del señor Narbona me da la impresión que la Inquisición todavía tiene vida para rato en nuestro país. Es evidente que en una masa de centenas de miles de expatriados fatalmente tenían que colarse elementos indeseables, sin embargo, eso no lo autoriza a denigrar a todo un grupo humano.
En cuanto al supuesto “parisitismo” de muchos, aunque sin caer en sentimentalismos ridículos, me gustaría que las personas tan proclives a criticar vivieran la misma experiencia para ver si sus defensas psicológicas aguantan el golpe. Y puesto que se trata de ataques bajo la cintura, siempre me he preguntado: ¿todo el dinero que los exiliados juntaron para la lucha llegó al destino correcto?
La Francia de Petain contó con decenas de millones de galos, fascistas para ser más claros. Al finalizar la guerra todo ese mundo se había vuelto resistente. Una situación similar es la vivida en Chile, donde los demócratas que supieron quedarse callados eran un número relevante de ciudadanos. Sin embargo, ahora hablan hasta por los codos.
Admito que lanzarse reproches no sirve de nada. Nuestra convivencia nacional reposa ahora sobre bases diferentes. Los Narbonas tienen que darse cuenta que el fenómeno del exilio está terminado. Dicho lugar actualmente lo ocupa una diáspora chilena diseminada por todo el planeta, con diferentes niveles de formación profesional y cultural, pero viva al fin y al cabo.
Los chilenos que reclamamos de ella observamos nuestro país con otros ojos. Algunos espíritus estrechos no lo soportan. Una estadía en Chile me permitió medir la xenofobia que aún existe. En suma, una última frase destinada a nuestros vecinos peruanos, ¡¡Tengan Coraje!! Muchos compatriotas olvidan que en cada familia chilena hay por lo menos un desterrado.* Exiliados farsantesRaúl Torino
Tu artículo me parece muy veraz y sincero, pues comparto tu análisis. Como chileno que optó por vivir en el extranjero, no estuve exiliado pero conocí a muchos de ellos.
El sectarismo, la lucha por el poder en la clase de dirigentes corruptos, el egoísmo, el oportunismo y la sin vergüeza de muchos exiliados, es una historia aún no contada. Todas las vacas sagradas que no trabajaron siquiera un día en el exilio y que vivieron de la ayuda que brindaban los Estados de bienestar, hoy son los señores que ostentan el poder en Chile.
Corruptos que aprendieron muy bien la lección de Felipe González, de Craxi, de Mitterrand, ya que los señores del poder se protegen y se cuidan ¡¡¡Una mano lava la otra y la otra lava el culo!!!, este refrán lo aprendieron muy bien los políticos chilenos que vivieron en el exilio. Las excepciones son la mínimas, quizás aquellos que entendieron el proceso, desempacaron sus maletas y echaron sus raíces en algún rincón de este mundo.
¡¡¡Ojalá se abran algún día las grandes alamedas por donde transite un hombre no corrupto!!! Hoy más que nunca las palabras de Allende son el castigo moral para aquellos que traicionaron esa vía (la Concertación es un buen ejemplo, y ni hablar de los seudo socialistas). Por un mundo más justo y equitativo.
* Exilio sin aureolaFlavio Fernández F.
COMO MUY BIEN se dice, "de todo se da en la viña del Señor". Vale esto en el caso de los chilenos que debimos dejar el país luego del Golpe de Estado, suceso por el que fui expulsado sobre la base del decreto 504 (así me parece que se llamaba), es decir, abandonar Chile para emigrar a otra nación que quisiera recibir a aquellos "malos chilenos" como se nos tachó. Ante la imposibilidad de obtener documentación chilena nos vimos obligados a pedir la nacionalidad holandesa, ya que mi nombre aparecía en la lista de personas que no podían volver al país. Además, al momento de salir de Chile se nos dio un pasaporte en cuyas páginas de visado se había puesto un timbre con el texto:"valido sólo para salir del país".
Holanda nos acogió benevolentemente, a diferencia de otras naciones. La solidaridad con el Chile socialista de Salvador Allende se notaba a cada momento y en cualquier lugar. De "simple mortal" uno pasaba al plano de dar entrevistas para el diario de la ciudad, tomar sitio en la tribuna de honor para las celebraciones del primero de mayo o participar en otras festividades.
Creo que esta nueva situación no influyó ni afectó mi condición de dirigente obrero, por el contrario, me di cuenta que como fuere debía trabajar para ganarme el sustento para mi familia. Sin embargo, ese hecho no ocurrió, al parecer, con personas que ocuparon cargos políticos o de administración durante el Gobierno de la UP. Esto porque no era extraño escucharles a éstos hacer exigencias o poner condiciones al destino o lugar que recibiría a algunas familias chilenas, como por ejemplo "no, en razón a mis obligaciones con el partido yo me debo quedar en La Haya o en Ámsterdam"
No es raro llegar a la conclusión de que varios de estos "compañeros” se quedaron con esa postura, mas nunca hicieron lo posible por trabajar en forma normal como lo hace cualquier ciudadano. ¡¡Ah!! y de paso, nos consideraron que con esa actitud prepotente se alimentaba en buena manera el creciente racismo o desprecio de algunos holandeses por los chilenos.
Tengo la conciencia tranquila dado que pienso que siempre hice lo mejor por demostrar que, pese a Pinochet, nuestro pueblo vale la pena de ser apreciado. Nuestro país tiene medios y recursos como para darle un porvenir mucho mejor a su gente. Los chilenos que dejamos (obligados) el país, siempre estaremos dispuestos a aportar con nuestro grano de arena; por encima de los privilegiados, ricos, de una ¿casta? social que lo tiene todo y no quiere compartir con nadie. La posibilidad de regresar a Chile se me va haciendo con el pasar de los años, casi imposible. Esto dado que mi familia va creciendo y el apóstrofe "Van de" comienza a situarse en nuestro legado hereditario. Sin embargo, aún así seguimos queriendo mucho a nuestro chilito y respondiendo en mi trabajo, creo que es la mejor forma de "dejar bien plantado" a nuestro país frente al resto del mundo.
* El mundo de los exiliados
César JofréHernán, ¡qué bien lo expusiste en tu columna del Gran Valparaíso! Las clases sociales dentro del grupo de exiliados, los aprovechadores, los cuenta cuentos, los privilegiados, los desadaptados y los realmente perseguidos.
Soy exiliado desde el tiempo de Allende y momio, o lo era. Los vi llegar a Ecuador con mucho llanto, donde se pusieron a trabajar y muchos de ellos por cuenta propia. Lejos de la tragedia y el espanto de la dictadura, vivieron en carne propia un auténtico período de perestroika. Una reestructuración forzada por la necesidad de comer.
En las noches, entre trago y trago, puteaban a cuanto dirigente socialista y comunista se estaba beneficiando de la acogida de un país socialista europeo. "Estos viejos huevones son capaces hasta de acabar con los socialismos reales".Vaya qué clase de "glasnot" tuvieron que sufrir mis adversarios políticos.
* Todos somos exiliados Héctor ¡¡Fatalidad!!, envejecer sin residir en la patria, vivir de pasadas glorias. ¡¡Qué generosos los que recibieron a los exiliados!! ¿Por qué?
La historia de la humanidad es la historia del exilio, un lugar común que ha fuerza de escrituras se sobredimensiona. Lo que paso en Chile, debe haber sucedido con el exilio español luego de la Guerra Civil y más lejos aún con los primeros ibéricos que partieron a conquistar nuestro continente, ya que algunos huían de la persecución, o simplemente buscaban mejores condiciones de vida. Lamentarse nuevamente, ya pierde sentido. ¿Quién puede juzgar a los exiliados? Si en el Chile actual la corrupción hace nata, y el Presidente Allende y su memoria es traicionado por sus propios camaradas.
La realidad más cruel es saber que los criminales se pasean libremente por las calles de nuestro país. Que existen cárceles de "alta seguridad" donde solo hay presos de izquierda o que se reprime a los mapuches para proteger las grandes compañías multinacionales como Endesa.
¡¡Y ud. nos habla de exilio!!, si en Chile éste se ha reflejado desde siempre mediante la segregación social contra los pobres. ¡Por favor, un poco de sentido común! Exiliados con iraAlfredo Nesbet, Desde Saskatoon, Provincia de Saskatchewan, Canadá,
¿LOS QUE MINTIERON para hacer sus trámites para pedir refugio o asilo, habrían sido capaces de dar vuelta la historia? Podría ser una especie de chiste..., pero es pura fantasía infantil.
La verdad es que muchos se aprovecharon. Yo diría que fueron una minoría. Incluso lo hicieron algunos adversarios del gobierno de la Unidad Popular. Los oportunistas no faltan y siempre han estado en todas partes. Y ¡ojo!, continuaron siendo oportunistas incluso en los difíciles momentos en que se requería aunar todos los esfuerzos en las acciones solidarias con Chile.
No se trataba ni siquiera de ser politicos para hacer algún aporte a la lucha con el objeto de sacar al tirano del poder, TODOS eran necesarios. Algunos se olvidaron muy rápidamente de que en el país se estaba reprimiendo brutalmente a su pueblo. Se estaban cometiendo las más increíbles atrocidades y sin embargo algunos de los exiliados se dedicaron –deslumbrados y hechizados por las comodidades materiales que las sociedades más avanzadas podían brindarles- a vivir cómodamente. Allá ellos.
¿Podrá acaso su triste sombra borrar la luz de miles de chilenos que día a día entregaban su desinteresado aportarte a la lucha por Chile? NUNCA! Políticos y no tanto, HONRADAMENTE aportaron a la lucha contra la dictadura y cumplieron con SU DEBER. Decir lo contrario es calumniar y mentir gratuitamente.
¿Los refugiados económicos, con espíritu tribal y lejos de ideologismos, practicaron una solidaridad bastante más abierta que la de los exiliados por motivos políticos? No conozco ningún ejemplo que acredite semejante tontería. ¿Los oportunistas y mentirosos aportaron a una solidaridad abierta, sana y democrática? Las palabras sobran. A los payasos de verdad habría que pedirles perdón, ya que me he reído un poco de la forma en que el señor Narbona acomoda las palabras para justificar lo que no tiene justificación ni razón. Y el cuento sigue, pero por razones de espacio, tiempo y respeto, trataré de seguir resumiendo someramente, tratando por supuesto, y en forma honesta, de decir la verdad.
Respondo por ejemplo que es asombroso leer que el señor que escribe el artículo diga que la inserción de los exiliados fue muy fácil. Algunos países efectivamente trataron de ayudar generosamente a muchos chilenos, entregándoles facilidades de estudio, de trabajo etc. Cuba sería un ejemplo cercano de señalar. Pero resulta que en la mayoría de los países la inserción fue difícil y muchas veces traumática. Incluso (me consta) en la Argentina muchos no soportaron el cambio y fallaron.
¿Quién podría moralmente acusarlos de flaqueza o lo que fuere, en circunstancias venían de vivir el infierno de las cárceles, centros de tortura etc.? Y si algunos tuvieron mayor fortuna y recibieron en otros lugares tratos preferenciales, ¿quién, por insidia o envidia, podría a la vez atacarlos despiadadamente y sin ninguna responsabilidad?
En lo personal no lo hago y no me voy a ir extremos a irresponsables. Tampoco defiendo con ligereza a nadie. Trato de ser objetivo y creo que tanto los afortunados como los que carecieron de tanta suerte, tuvieron una actitud destacada y tremendamente respetable en la solidaridad con la patria herida. Que algunos tendrían mayor influencia y eficacia en su trabajo, era lógico. De allí a dividirnos –por los motivos que fuere-, no tiene ningún sentido. Si algunos resentidos y mal intencionados lo quieren seguir haciendo, ya los conocemos. Los conozco. No hicieron NADA.
Que algunos se dedicaran a rehacer sus vidas y asegurarse un futuro, es asunto diferente. No podríamos tampoco criticarlos mayormente. Si hoy viven cómodamente y con el sudor de su frente consiguieron tener lo que tienen, no los envidio para nada, por el contrario, me alegra que compatriotas nuestros puedan ser felices, si así fuere el caso.
Diferente es el caso de quienes no sólo no aportaron nada a la causa de la liberación del asesino, sino que se dedicaron a denigrar y a hacer correr todo tipo de rumores, tratando incluso de obstaculizar las actividades que se hacían. Esos individuos oportunistas, mentirosos y rastreros no merecen nuestro respeto. Si alguien tiene pruebas, nombres concretos y documentos específicos, que los señale responsablemente.
¿Quiénes son los desalmados que se aprovecharon (robaron) para beneficio propio de la ayuda para la recuperación de la democracia? La verdad HAY QUE DECIRLA. Algún dinero se perdió, con toda seguridad. Algunos DESAPARECIERON transportando la ayuda solidaria. ¿Cómo reaccionábamos frente a tan dispares situaciones? ¿Dejando de trabajar acaso? ¡JAMÁS! Los tránsfugas ya habían aportado a lo suyo al tratar de desprestigiar a quienes decididamente entregaban su valioso tiempo por una causa tan justa. No lo consiguieron. Y quienes ahora pretenden seguir mintiendo y repitiendo estupideces, tampoco conseguirán sus enfermos propósitos.
‘Chile democrático (sic) mantiene una deuda histórica con los países que acogieron solidariamente a quienes emigraron durante el PERÍODO MILITAR...’ dice Hernán Narbona. Este señor es un IGNORANTE. Gestos de nobleza se han hecho en todo el mundo y no necesitamos sus ‘consejos’ para NADA.
No soy político ni inocente. Tampoco cualquiera me va a meter el dedo en la boca, ni pasar gatos por liebres. Participé activamente en la juventud de la Unidad Popular por un programa y un proyecto democrático que buscaba un futuro mejor e independiente para el país. El imperialismo y el fascismo criollo nos declararon la guerra... y como estábamos desarmados –de armas, no de ideas-, nos avasallaron con sus criminales ideas y armas. Fui arrestado por ‘delitos’ que desconozco; y torturado, con secuelas físicas de por vida. Estuve presente cuando a un ser humano le cortaron los testículos y prácticamente muerto, lo sacaron para llevárselo y tirarlo a un río, según supe después. Doy apenas dos ejemplos, y sin detalles. En ambos casos no ha habido justicia y en lo personal, es uno de los motivos por los cuales no he podido volver.
Creer que algunos hubieran querido que la dictadura se prolongase casi indefinidamente para beneficio propio, después de conocer tanto dolor y sufrimiento, es una falacia y una calumnia incalificable que sólo mentes enanas o enajenados –como el declarado loco- pueden tener la alevosía de sostener. Por muchas diferencias que pudiera haber tenido y tengo con algunos personajes, hoy en el país, acomodados y administrando la degenerada Constitución dejada por el asesino, no podría jamás calumniarlos ni inventar mentiras sobre ellos. Si es preciso defenderlos justamente, lo haré. Sólo la verdad nos ayudará a mirar el futuro con dignidad si queremos ser un pueblo civilizado. Sólo la justicia nos permitirá salir del pasado criminal y horroroso a que fuimos sometidos.
¿Querer volver era un ‘delito’, que merece la burlona reflexión de que muchos seguían ‘clavados’ a un once de septiembre de 1973? Todo el mundo lo sabe -a excepción de algún burro-, que si tuvimos que salir, era para VOLVER. Así lo entendieron incluso los pueblos que nos acogieron; y generosamente ¡nos ayudaron a conseguir nuestros legítimos derechos!
Pudimos haber cometido muchos errores -nadie lo puede dudar-, pero el único que no comete errores es quien nada hace; y quien nada hace y no comprende para nada de qué se trata y se las quiera dar de crítico además, ¿qué adjetivo habría que usar para calificarlo? El señor Narbona, no conforme con atacar a los chilenos, denigra incluso a nuestros hermanos argentinos y uruguayos. Ofender a todo un colectivo que mayoritariamente con honradez y desinteresadamente se sacaron la cresta, entregando cientos y cientos de sus horas para ayudar a una causa tan justa y necesaria, es algo que no lo voy a aceptar bajo ningún punto de vista.
Todos deberíamos sentirnos avergonzados y pedir perdón por la actitud de Narbona, aunque lo correcto sería que lo haga por su cuenta.
La experiencia que tengo y que viví al interior de la comunidad de exiliados, sin ser dirigente ni nada que se parezca, es riquísima y me da la autoridad moral para opinar con conocimiento de causa al respecto. Como en muchas partes, aquí se hacían actividades todas las semanas. Es decir, había personas trabajando en algo prácticamente todos los días. Y para sobrevivir, cada cual tenía que tener sus propios trabajos, a efectos de mantener sus familias, o personalmente, si eran solteras: profesores universitarios..., haciendo aseo; profesionales de todo tipo..., haciendo aseo; obreros calificados..., haciendo aseo.
Por supuesto que terminamos rápidamente llamándolos a todos ASEÓLOGOS. Yo trabajé lavando platos, para terminar como cocinero. Entonces puedo decir con propiedad, que especialmente para los profesionales, fue y ha sido durísimo. Nada fácil. Nada de reconocimientos de títulos etc.
¿Dorado exilio para algunos, cuando la mano del criminal podía alcanzarlos? La verdad es que no lo creo tanto y es mas bien una especie de mito divulgada por mediocres. Lo mismo que los supuestos COLABORADORES o casi GUERRILLEROS que tuvieron que salir del país. Al conocer a muchos despistados, siempre hacíamos bromas de si no fuesen subversivos o extremistas etc. De Ramoncito, su hija putativa dijo, ‘si a este huevón lo metieron preso por robarse una vaca’. Historias hay muchas y de allí nace seguramente el primer mito del ‘gran contingente’ que hubiera sido capaz de enfrentar y derrotar poco menos, a las fuerzas armadas que invadieron el país. La verdad y la realidad creo que habría que enfocarla o analizarla con un mínimo de seriedad y RESPETO.
Localmente, a veces teníamos problemas con los ‘jerarcas’ aseólogos, ya que llegábamos a acuerdos de las actividades que haríamos durante un mes por ejemplo -una semana un grupo, la próxima el otro etc.- y se juntaban a chupar en algún lado y ya borrachos, cambiaban a su manera las cosas. Había muchas veces que putearlos y se producían desencuentros, que en todo caso, casi siempre se resolvían.
Como quiera que haya sido, y a pesar de las diferentes organizaciones que existían, primó la unidad y la ayuda mutua. Y hay que pensar que el trabajo era constante. Permanentemente se estaba haciendo algo: marchas, actos culturales, bailes, ventas de empanadas etc., etc., etc. Y del dinero que se juntó localmente, NUNCA se ha sabido que se haya perdido algo. Una vez, incluso enviamos directamente al Cardenal, como club deportivo, un dinero que nos llegó de vuelta. Habíamos cometido un error, pero lo solucionamos.
Podría contar muchas historias de mi estadía en Argentina y aquí en Canadá, pero ¿cuánto tiempo tendría que esta escribiendo? No, quiero comenzar a terminar y mi obligación es hacerlo defendiendo y glorificando a los miles de chilenas y chilenos que sacrificaron gran parte de sus vidas trabajando incansablemente por sacar el chacal del poder. Los que pretenden ofender su dignidad, merecen ser escupidos y despreciados por nuestro pueblo, lo mismo que a los rastreros reconvertidos, que mandados por el administrador del fundo, hacen declaraciones en que nos culpan de tener responsabilidad y culpa del golpe de estado. ¿Qué se creen los malditos? ¿Acaso nos van a engañar? ¿Declaraciones calumniosas y embusteras por chantaje?
Se equivocan. La verdad, como sea, se impondrá, lo mismo que la justicia. Sin verdad y sin justicia, significa incluso que algunas ratas que se aprovecharon de las circunstancias para salir del país sigan despotricando y tirando mierda a diestra y siniestra. Seguramente en su íntima perversidad hubieran querido que la dictadura matara todavía a un mayor número de compatriotas.
Tengo la confianza, en todo caso, en que las grandes alamedas se abrirán y no podrá ser de otro modo. Quienes quieren seguir impidiéndolo, no lo van a lograr. El mundo, para sorpresa y asombro de muchos, sigue girando. La historia no ha terminado y algún día la dejarán de escribir los criminales.
Les reitero a los alérgicos -herencia dictatorial y autoría del criminal-, que no milito en ninguna organización política y por lo tanto mis motivos no son pertenencia de ninguna tienda partidista ni nada que se parezca y son solo las apreciaciones de un chileno común y corriente que ama y quiere la libertad y sobre todo, la VERDAD.* Nuestro periódico no censura las opiniones de sus lectores, pero rechaza los ataques personales que se formulaban en la versión original de esta carta en contra de un colaborador tan apreciado, como es Hernán Narbona, expresiones injuriosas que han sido eliminadas del texto que se difunde aquí.
Al que le venga el sayo, que se lo ponga
Hernán Narbona Véliz
El debate es un saludable ejercicio para los demócratas. Pero es una insoportable y peligrosa amenaza para los totalitarios o fundamentalistas. Lamento la intolerancia de quienes creen que debatir es el arte de la descalificación liviana o la injuria fácil y cobarde.
Frente al tema que he planteado, la necesidad de sincerar en la historia reciente el fenómeno social que significó el exilio, es necesario y conveniente que este debate continúe con el nivel de respeto elemental. Esgrimamos ideas, que es lo que Chile necesita.
En relación al artículo El Exilio sin Aureola, no me desdigo de ninguna de mis apreciaciones y dejo constancia que en lo medular este artículo fue parte de un ensayo escrito a mitad de los noventa, con el respaldo de múltiples evidencias y vivencias que fui recogiendo de voz de los compatriotas que se habían asilado en México o que pasaron en su momento por Lima o Buenos Aires. Fue una realidad vergonzosa el hecho de chilenos que pasaban por Mendoza, que se robaban hasta las ampolletas de los hoteles. Fue una vergüenza para el chileno honesto, que en Suecia se pusieran carteles señalando “Si ve a un chileno robando, perdónelo, es su naturaleza”.
La experiencia de todos estos años me ha demostrado que existe entre las personas que fueron víctimas del golpe y sus secuelas, un sentimiento de rechazo frente a miles de personas que hicieron uso poco ético de la coyuntura del exilio.
En general cuando uno vivió fuera del país terminó con una gran desconfianza frente a otros chilenos, consecuencia de amargas experiencias. Como aquella que viví de cerca, cuando le conseguí alojamiento gratis en una casa de campo de un amigo, a dos refugiados santiaguinos, a los que conocí con el mayor ánimo fraterno normal en esa época, cuando pasaban por Buenos Aires. La idea era que ellos cuidaran el lugar y se les entregó vajilla, ropa de cama. Resultado lamentable: los malandrines le robaron a mi amigo hasta la bomba de agua y partieron asilados de la noche a la mañana a un país europeo.
Otro tópico que traté en el artículo “Una generación en deuda” tiene que ver con las múltiples deslealtades afectivas que se dieron en matrimonios o parejas de chilenos en el exterior. Como un caso dramático, de un desalmado que abandonó a su mujer y compañera en el Aeropuerto de Orly, ya que él se había enganchado con una francesa. Su compañera que lo había seguido al exilio, se vio abandonada con vileza por este sujeto, que tal vez lea estas páginas y enrojezca de vergüenza.
En cuanto a desviación de la ayuda solidaria, conocimos casos en que esos dineros llegaron a los bolsillos de sinvergüenzas locales que vivieron a costa de los exiliados que, “fraternal y solidariamente”, querían ayudar a los de adentro, sin darse cuenta del cambio que todo el período militar había producido en las conductas de la gente. Es algo que también influyó para el fracaso del retorno de muchos compatriotas, que al volver se dieron cuenta que su reinserción en Chile era durísima y que el capitalismo salvaje había calado hondo en las personas, que todos estaban aquí preocupados de sobrevivir y no habían las ayudas o apoyos que sí pudieron recibir en Europa.
Conclusión: hay que separar la paja del trigo. Mi crítica ha querido develar muchos mitos. Y que el sayo se lo ponga el que se sienta aludido. Es necesario culturalmente marcar las situaciones de abuso, de deslealtad, de aprovechamiento ilegítimo de las facilidades configuradas para víctimas reales de la represión. Del mismo modo, hubo quienes profitaron del seguro social, de las becas, se prepararon para el retorno, organizaron sus organizaciones no gubernamentales y canalizaron ayuda a ellas. En gran medida ellos trabajaron para tomar posiciones en el proceso político a partir del 5 de octubre de 1988, siendo el máximo esfuerzo movilizador hasta esa fecha, el que desplegaron los actores sociales que pasaron la década luchando por abrir los espacios de manera heroica y silenciosa.
Mi percepción tiene muchas evidencias de respaldo, múltiples casos que me demostraron que después del golpe surgieron muchos oportunistas que se subieron por el chorro y aprovecharon en forma ventajista la ayuda generosa y solidaria de los países democráticos. Del sectarismo, puedo reiterar que fue la tónica en las relaciones interpersonales durante el exilio.
Respecto a la solidaridad práctica de los exiliados más pobres, sobre todo esos que emigraron por razones económicas, conozco personas que se consiguieron cartas para que los aceptaran como refugiados y una vez allá en Suecia, empezaron a llevar a sus familiares y amigos. Del barrio se llevaron hasta el club deportivo, para crear su isla chilensis en el exterior. Ellos siempre estuvieron alejados de las cúpulas partidarias.
Frente a este análisis crítico no tienen porqué sentirse aludidos quienes legítimamente usaron esos beneficios, los que sufrieron la tortura, los que fueron expulsados del país luego de permanecer en campos de concentración. La crítica alcanza a esos que entraron al circuito del refugio porque ofrecía una oportunidad para salir de Chile y encontrar nuevas oportunidades. Conocí de estas situaciones en forma directa en Lima, Buenos Aires o México.
Cuando emito mi crítica lo hago con la libertad que me da el haber participado activamente en el gobierno popular, haber sido un exonerado político, haber vivido casi una década en el exterior y haberme vuelto a Chile al inicio de los ochenta para integrarme activamente a los movimientos cívicos por la recuperación democrática. Sin haber hecho uso ni de refugio ni de programas de apoyo, ni de franquicia de retornados, habiendo vivido en el exterior, pero abriéndome camino con mi propio esfuerzo.
Con ese respaldo y el hecho de haber conocido muchas familias de compatriotas en diferentes países, es que puedo afirmar que el exilio ha tenido este lado vergonzoso, ya que, como en muchas otras situaciones de nuestro país, “no están todos los que son, ni son todos los que están”.
Piden disculpas al columnista Hernán Narbona
Alfredo Nesbet Desde Saskatoon, Provincia de Saskatchewan, Canadá,No puedo dejar que siga pasando el tiempo para pedirle disculpas a Hernán Narbona por las cosas tan fuertes que le dije en mi carta, que ustedes titularon ´´Exiliados con ira´´.
Revisando el Diario -posterior a mis iras- me doy cuenta que le escribí a la persona equivocada. Originalmente pensé que se trataba de un tipo cualquiera que había mandado una carta al diario para desprestigiar a todos los exiliados. Pensé que era una de las personas a las cuales les tengo mucha bronca. O sea que lo confundí con algunos de los indeseables que se dedicaron siempre a ponerles piedras en el camino a quienes hacían solidaridad, y la verdad es que los detesto.
No puedo evitarlo, ya que conocí gente que se suponía que habían salido del país por razones justificadas y con demasiada facilidad se olvidaron de todo; y lo que no puedo olvidar, es que se dedicaran a tratar de obstaculizar todo y cuando querían pedir algún favor, recurrían a la comunidad organizada en forma desvergonzada para que se les ayudara en algo. Podría darte algunos ejemplos, pero ya no vale la pena, y no creo que sea necesario.
Lo importante por ahora, es que reconozco mi grave equivocación y se debe a mi ignorancia de no tener idea quién era Hernán Narbona. Yo le escribí simplemente a una persona que aparecía con su dirección electrónica. ¿Quién era? Ahora se que es un columnista de Gran Valparaíso y no tiene NADA que ver con la persona a la cual yo pensé le estaba escribiendo. Ojalá alguien me debería haber advertido que le estaba pegando a la persona equivocada!!! Lamentablemente no pudo ser así y no tengo alternativa, sólo pedirle las disculpas con la dignidad que se merece.
Ustedes como Diario, y seguramente con el conocimiento de Hernán, tuvieron la hidalguía de publicar mis iras, lo que merece mi reconocimiento de respeto y admiración por Gran Valparaíso..., y por Hernán Narbona. Lo que no significa que vamos a estar de acuerdo en muchas cosas y por supuesto, en lo que Hernán escribió en la oportunidad. No, porque su estudio fue equivocado.Trato de pensar en una de las tantas personas que estuvieron de paso en donde vivo y si Hernán hablara con ellos, le darían una versión diferente. Me acuerdo por ejemplo de Patricio Manns, de Richard Rojas, Manuel Cantero y otros, ¿qué versión u opinión tienen ellos? Seguramente piensan distinto y pueden tener una posición diferente a la que nosotros tenemos.A veces se trata o depende a quién consultamos, y las opiniones pueden ser muy diversas, especialmente en un problema tan sensible como es el de los exiliados, ya que son miles y miles de familiares que viven en Chile y que tienen todavía un ser querido lejos, etc.
Raúl (se refiere al editor del Gran Valparaíso), te pido disculpas por dirigirme en forma informal hacia tu persona, y es que no me gustan las formalidades y la cartuchería enferma de un sector de nuestra sociedad; por otro lado, quiero terminar haciendo una crítica al Diario y es que traten de poner el nombre de la persona que escribe los artículos, NO SU EMILIO. Si es un columnista del Diario, poner SU nombre y decir que es fuente de Gran Valparaíso y si se trata de un lector, hacer lo mismo, o sea colocar su nombre y explicar que es un lector. Ya lo ves, colocando sólo los emilios (e-mails), se puede prestar a los mal entendidos como el que tuve personalmente.
A Hernán Narbona no le escribo directamente a su dirección electrónica por razones de respeto. Si no tengo SU autorización, no puedo hacerlo. Es como entiendo las cosas y me comporto y me comportaré siempre igual.
Disculpas aceptadas
Hernán Narbona
Alfredo, me conmueve tu caballerosidad y acepto que podamos estar en desacuerdo, sin entrar en descalificaciones, ya que eso es lo profundo de la democracia. Te confidencio que cuando uno vivencialmente ha conocido de personas que usaron su situación de exiliados para estafar, engañando a los propios compañeros, defraudando confianzas, afectos, no puede menos que compartir similar bronca que la tuya. Por eso te entiendo.
Cuando son miles de frescos qued circulan en las historias del exilio, creo que el tema de fondo ha sido la debilidad de los valores. Mucho discurso pero también grandes inconsecuencias. Gente que traicionó a su pareja, que justificó todo por el poder, que vendió a sus hermanos, que traicionó. El tema es que esa percepción de crisis moral no excluye que sí hubo personas que se la jugaron, que nunca abusaron, que no cayeron en el relativismo moral y realmente fueron héroes de la resistencia. Desde los que juntaron fondos, hasta los que optaron por volver clandestinos a pelear tal como entendían su lucha. Todos esos merecen mi máximo respeto.
Te agradezco tus palabras y ahora que nos ubicamos, tienes mi correo y cuando quieras puedes enviar tus mensajes. Es gratificante, 30 años después, mantener algunos oasis de convivencia cívica, aunque sea a través de la virtualidad. De nuevo gracias y un fuerte abrazo, compatriota.
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