Responso por la prensa independiente
Gran Valparaíso es uno de los valientes proyectos periodísticos independientes que no ha claudicado y se mantiene en el ciberespacio como un baluarte. Desde esta tribuna, una reflexión y un alerta ante los monopolios que controlan los medios de comunicación y quieren moldear a las generaciones futuras en la cultura chatarra.
(19/04/03)
CUANDO ESCRIBO ESTA crónica debo, como comunicador social, lamentar que hayan desaparecido, en breve tiempo, dos medios de comunicación que permitían amplios espacios para la presentación de enfoques multifacéticos de la realidad. Me refiero a Primera Línea, tribuna electrónica de amplio espectro ideológico, que había alcanzado una gran acogida en la comunidad nacional y que el diario La Nación decidió cortar de manera incomprensible. La segunda pérdida ha sido el diario local El Expreso de Viña del Mar, que había alcanzado una gran venta, pero enfrentó intempestivamente una situación económica que se hizo insostenible cuando se le cortó la impresión del diario por parte de Copesa, firma que en principio iba a ser socia del proyecto local. En el Expreso permanentemente se pudo publicar tribunas y reportajes, que presentaban, sin censura, visiones controvertidas sobre la realidad nacional e internacional.
Esto me obliga a recordar el período en que luchábamos por la recuperación democrática y la gran mística con que participamos en la defensa del diario La Época, que vimos morir con mucho dolor. Lo propio pasó con las revistas Cauce, Análisis y Hoy. Una enorme inconsecuencia de los gobiernos de la Concertación fue su deslealtad con el periodismo independiente, con esas tribunas que se abrieron con riesgos de vida, aceptando exclusiones y persecuciones, y que al momento de llegar la Concertación al poder - quizás por esa irrupción de los funcionarios políticos "5 de octubre" - simplemente excluyeron del apoyo oficial. Se trató de no hacer olas, de no hacer nada que irritase a los grupos fácticos que habían participado en el régimen militar y por lo mismo se decidió de manera espuria, no apoyar con publicidad a los medios que fueron precisamente la plataforma para que los políticos concertacionistas llegaran al poder. Los criterios "pragmáticos" hicieron que la clase política en general, salvo particulares excepciones, se preocuparan más de congraciarse con el poder de la prensa oficial, que alentar proyectos independientes.
Tengo un homenaje pendiente para un gran profesor y fundador de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile de Valparaíso, el Periodista Gustavo Boye, que fue primero mi profesor y posteriormente editó mi poesía y mis artículos. Gustavo Boye, recientemente fallecido, dirigió la revista Cauce y fue quizás uno de los damnificados emblemáticos de esta cobarde política de la Concertación que comento. Gustavo Boye había abierto al final de los ochenta el periódico Nueva Voz, con el cual intentó proseguir en los noventa, como espacio de libre expresión y encuentro para las ideas democráticas regionales. Sin embargo, a él, al igual que a los medios ya mencionados, se le dio la espalda. Los alcaldes o los directivos de empresas públicas, preferían las páginas sociales mercuriales que los introducían en la nobleza citadina, satisfaciendo sus egos provincianos y sus arribismos de piojos resucitados, que poner propaganda en este tipo de publicaciones "conflictivas".
La publicidad es el oxigeno de los medios y los principales anunciadores son los organismos públicos. A los directorios de RPC, ESVAL o a las municipalidades, no les interesaba alentar prensa que pudiera criticar sus acciones, en los políticos el sino del poder es que se debe desalentar todo lo que no se puede controlar. Por eso talvez, esa publicidad siguió concentrada en las empresas periodísticas que dominan el mercado en un verdadero oligopolio periodístico. Incluso, en otra inconsistencia del tamaño de una catedral, se gestaron operaciones de crédito a través del propio Banco del Estado para ayudar a la concentración de la prensa, mientras iban desapareciendo poco a poco los medios que habían sido vanguardia democrática en el régimen militar.
Por ello, es lamentable que sigan desapareciendo esfuerzos serios de prensa libre, toda vez que el periodismo investigativo es el que permite controlar el funcionamiento de la cosa pública, impidiendo que cadenas nacionales que son propiedad de grupos de interés, puedan alevosamente promover campañas, tratando de crear opinión pública o llegando a atentar en contra de la integridad de personas o instituciones. Creo que es el caso que estamos en estos momentos observando frente al intento de Qué Pasa de afectar o dejar en tela de juicio la impecable imagen de la Ministra Michelle Bachelet, cuestión que puede tener intenciones perversas encubiertas. Frente a situaciones mediáticas, es decir noticias que se originan en la acción unilateral de la propia prensa, es preciso preguntarse ¿a quién sirve esta noticia? ¿Quiénes podrían estar interesados en deteriorar la imagen de esta Ministra?
La sociedad debe saber filtrar lo que recibe y saber aislar al periodismo de especulación, que carece de hechos comprobables, del periodismo investigativo, serio, contundente en evidencias. En el rol que debe jugar la prensa como pilar de un sistema democrático, es preciso que exista la capacidad de contrapesar este tipo de acciones con la réplica de una segunda opinión, que sea fruto de otras expresiones periodísticas que permitan, en definitiva, que las personas se forjen una opinión. Es la importancia de la prensa independiente, ya que es por medio de ella que podemos evitar los enormes riesgos de estas gigantescas maquinarias comunicacionales.
No fue para nada casual, en el repliegue de los grupos políticos que apoyaron y profitaron del régimen militar, que se hayan posicionado estratégicamente en los medios de comunicación, que hayan ido desapareciendo los medios locales, que las principales radioemisoras tradicionales hayan sido asfixiadas hasta desaparecer absorbidas por cadenas satelitales nacionales o extranjeras. No es casual que ahora estén idiotizando juventudes con el axé o los reality shows, que van consumiendo la atención de multitudes hacia una dimensión totalmente manipulable, que de paso deja un pingüe negocio a las empresas de telecomunicaciones. El fraude es confundir el voto telefónico en un show con el deber cívico de participar en la cosa pública. Peligrosa tendencia desestabilizadora para cualquier sistema democrático.
El poder del cuarto poder es evidentemente apreciado por la oposición, mientras que a los concertacionistas su debilidad de principios o su mediocridad, les hizo resignar espacios en este ámbito. Quizás pese más en ellos el paradigma del dinero y se hayan confiado en que obteniéndolo se podría montar una buena campaña electoral al uso del mercado, participando en un reality show o dándose vueltas de carnero en pelotas en un programa de concursos en la hora peak de la estupidez televisiva. Todo vale… y los principios son temas para los asesores que hacen los spots o los discursos, ojalá cortitos y sin muchas esdrújulas, porque cuesta leerlos.
El gran riesgo para una democracia representativa es que no existan opciones de libre información. El gran poder de los medios en una sociedad mediática ha marcado que lo que no se conoce no existe y por eso vemos que políticos y hombres públicos viven verdaderas teleseries, sobre expuestos a los medios y echando al trajín lo que antes era, por ejemplo, una cadena nacional de fuerte impacto. Es el caso del Presidente Lagos, diariamente preparado para dar alguna señal o mensaje por la tele, circulando, además, como comentarista de diversos programas de radio en algo que seguramente aprendió de su colega mexicano, Vicente Fox, de formación y procedencia cocacolera, es decir marquetera por excelencia. Es la dependencia enfermiza de las encuestas de opinión, que llevan a la paranoia de los políticos y hombre públicos en general, ya que viven como frente a un imaginario espejo, estudiando gestos y despilfarrando tiempo que deberían gastar en trabajo callado, de bajo perfil, pero productivo.
El asunto es que cuando se abusa de los medios de comunicación, la autoridad se echa al trajín. Se va gastando la imagen del presidente, del ministro o del parlamentario y el sano debate conceptual que debe nutrir la democracia, pasa a ser reemplazado por efectos comunicacionales, altamente riesgosos, en los que un resbalón puede ser una gran caída de la cual no te puedas levantar más.
Desde esta tribuna independiente, un saludo en su ciento un número a The Clinic, que simboliza actualmente en los medios escritos nacionales, este grito de rebeldía que desnuda la hipocresía e inconsistencia de la coalición gobernante, de la cual me preocupo porque voté por ella y siento sinceramente que mal invertí largos años de esfuerzo para que los sinvergüenzas que treparon al poder defraudaran al cincuenta por ciento de lo chilenos. O al 70% si contamos a los que, viendo esto, decidieron no inscribirse. Buena por The Clinic y pronta recuperación a los periodistas cesantes de los diarios desaparecidos.
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