Banca y Crisis: los errores se pagan
Hernán Narbona Véliz
Si mi abuela tenía razón en algo, es que todo se paga en este mundo. La gente le pasará la factura a esa banca que abusó o pecó de omisión cuando más se la necesitaba. “Bancolchón” puede ser la respuesta...
Durante la crisis, sólo en el 2001 la banca chilena ha obtenido una rentabilidad de 18%, pero el origen de esos gananciales ha sido la situación de morosidad y sobreendeudamiento de cientos de miles de clientes que han sido exprimidos hasta el último centavo, mediante cargos por sobregiros, intereses en mora, cobranzas, aclaraciones, remates, costas judiciales, suma y sigue.
Pero esa misma banca se ha resistido y ha frenado la aplicación de intereses por las cuentas corrientes; es la misma banca que otorga créditos sólo si el interesado demuestra que no los necesita.
Pero todo esto hoy, está en vías de convertirse en un búmerang que terminará golpeando a esas empresas bancarias que han marcado pautas para que sus ejecutivos de cuenta cumplan metas para bajar morosidad y aumentar rentabilidad, lo que ha significado muchos descriterios. Porque, actuando con un mecanicismo absurdo, esos ejecutivos en vez de apoyar soluciones para sus clientes, han ido ejerciendo sobre ellos presiones descomedidas o aplicando tratos directamente impropios, en una relación descomedida que olvida que es ese cliente el que paga el sueldo del prepotente empleado bancario.
Se extiende en la economía la reacción de la gente que, refrescando la memoria, recuerda que cada una de las empresas bancarias que hoy existen, se fusionan y realizan campañas para reposicionar su imagen, se recuperaron gracias a los dineros de todos los chilenos; que en la crisis del 82 el gobierno militar les concedió subsidios por 5 mil millones de dólares, que no tuvieron plazo para la devolución de tales ayudas del Banco Central y que hasta la fecha algunas todavía mantienen deuda subordinada garantizada con acciones ante el Banco Central. Toda esta ingeniería financiera, inaceptable en un sistema democrático, favoreció a esta banca que hoy, lejos de devolver la mano a los chilenos, ha hecho de la crisis el más pingüe negocio.
Sin embargo, creo que la banca se ha equivocado, ha actuado con visión cortoplacista, “pan para hoy, hambre para mañana”. Porque más allá de los guarismos positivos en sus balances corporativos, ha perdido una oportunidad de aportar con innovación a una situación económica recesiva. No tuvo la capacidad de asumir riesgos y así incubar proyectos nuevos. En el estilo normal de los bancos, incluyendo el del Estado, se aplican estándares o razones financieras sin contextualizar en profundidad la realidad de los usuarios. Por ello se margina al cliente de ingresos inseguros, con lo cual los trabajadores por cuenta propia, los comerciantes, los empresarios pequeños y medianos – todos los cuales no están con sueldo fijo sino que deben construir día a día sus proyectos de negocios – no son considerados como buenos clientes. Se ha visto casos en donde el empresario tiene el mercado, tiene un pedido en firme y con ofrecimiento de pago bancario seguro, pero el banco no le financia por falta de “garantías suficientes” o porque , en algún momento de la vida empresarial, tuvo un protesto que le pesará como un estigma por más de tres años.
Este estilo de banca es la contradicción misma del concepto moderno de banca de negocios, que promueve proyectos, que revisa su cartera de clientes y les ofrece soluciones para exportar, para invertir, para nuevos proyectos. Es la visión que presume buena fe y que es diferente a la percepción que aplican los bancos locales frente a sus clientes, ya que éstos deben demostrar su inocencia porque a priori todos son vistos como riesgo. Sólo en las películas del farwest está esa imagen del banquero que se la juega, cree en la palabra y le presta al pionero que va a conquistar nuevas riquezas. Con los banqueros locales Colón todavía andaría haciendo colectas. Por eso entró con fuerzas a Chile la banca española, porque trajo innovación, trajo un sistema de negocios diferente. Aparecieron opciones que a los de acá no se les había ocurrido, como los créditos hipotecarios de libre disposición. La banca local, burocratizada y conservadora no concebía la hipoteca sino como operación para compraventa de inmuebles. Fue la sana competencia la que trajo cambios en la oferta de productos bancarios, pero no porque los de acá hayan sido creativos.
Las cifras sobre repactaciones PYMEs y el mantenimiento absurdo del DICOM histórico que margina a millones de personas y empresas del crédito, demuestran la escasa energía que ha aportado la banca a
La gente no tiene una buena apreciación de
Lo que señalo no es una mera especulación. Se perciben aires diferentes en la comunidad organizada. Se está difundiendo el “compre juntos” en donde se hace una vaca y se va directamente a las bodegas mayoristas, a los mercados, evitándose los recargos de intermediarios. También se va extendiendo el “trueque solidario” una especie de feria popular de cambalache que es un poco esnobista en Chile, pero que en Argentina ha sido herramienta de sobrevivencia. Están las campañas de firmas y las peticiones a los parlamentarios de asociaciones cívicas que buscan eliminar el Dicom histórico y hacer cumplir las leyes de protección al consumidor. La gente literalmente se cansó y difícilmente volverá a confiar en un sistema financiero que agudizó su situación de quebranto. Si Bancolchón hiciese campañas publicitarias se convertiría en un banco popular por excelencia. Con Bancolchón se tiene la seguridad de poder comprar con buenos descuentos, no hay que tolerar a ejecutivos groseros y no hay posibilidades de “corralitos”.
lunes, 11 de febrero de 2002
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