La era de la información
8 marzo 2001
Chile ha estado en la vitrina de la aldea global en el último período por la proeza del tenista Numero 1 del Mundo, Marcelo “Chino” Ríos, por los goles del Matador en los partidos de preparación para el Mundial, por los sucesos que han rodeado el juramento como Senador Vitalicio de Augusto Pinochet y por el caso de Colonia Dignidad. Son las noticias que se comentan fuera del país y cuyas repercusiones trae el cable. Pero, más allá de esta presencia a través de sucesos que trascienden, la pregunta es si al hombre de nuestras ciudades le ha cambiado la vida con esto de la globalización.
Pese a que todos los países han vivido similares procesos de cambio, caracterizado las sorprendentes innovaciones tecnológicas y las experiencias económicas neoliberales, en los pueblos latinoamericanos la globalización es todavía intuitivamente resistida por una gran mayoría, por sentirse indefensa ante ella. Y ese rechazo se manifiesta en una tendencia a cerrarse, a vivir en una isla, que tiene muy pocos puentes levadizos. En forma personal, pareciera ser que una gran parte de la población no está a gusto, no se siente conforme, aunque aprecia una mejoría material en su estándar de vida.
Una encuesta señaló semanas atrás que más del 80% de los chilenos no se siente feliz. Esta actitud que cunde, y que se evidencia en el famoso abstencionismo electoral, en la no inscripción de los jóvenes, las barras bravas en el fútbol, la apatía de un país que pasa de la euforia descamisada a la depresión somnolienta de un día para otro. Uno de los problemas comunes es el alto endeudamiento en que todos están metidos para pagar a plazo su vida más confortable. Las neurosis de angustia abundan y cuesta sobreponerse a los bajones.
Sin embargo, el mundo abierto de hoy es excitante, ya que nos hace navegar el planeta conversando con personas que tal vez jamás conozcamos en forma personal. Pero esta nueva adicción a lo cibernético es una forma de integración privada e incontrolable al mundo externo. Practicar esta libertad informativa hace volver los ojos a lo nacional y lamentar cómo acá dentro el Estado mantiene la censura medieval, ojalá que por poco tiempo.
Creo que es preciso que las personas puedan descubrir oportunidades para participar en este mundo abierto de hoy. Ello requiere filtrar lo que pueda llegar por las redes y, con una mentalidad de emprendimiento, es decir con las antenas fenicias dispuestas, visualizar oportunidades de desarrollo al estar en contacto con personas de otras latitudes.
La actitud de cerrarse es intuitiva, pero hay que perderle el miedo a la tecnología, que por demás es cada día más amigable. Al otro lado de la línea hay personas con similares incertidumbres, pero deseosas de conocer y aprender. A través de un proceso de integración creativa que se promueva desde la escuela o el liceo, se podría generar una mentalidad positiva para participar en la civilización de la información, inventando vetas de negocios, pensando que tenemos la posibilidad de generar con personas lejanas un diálogo diario para hacer cosas juntos. Inventando caminos para estar en el mundo de hoy en forma personalizada.
Es bueno que un país tenga ídolos que sirvan de ejemplo a niños y jóvenes, pero, lo más importante es que miles o millones de jóvenes se animen a tomar las riendas de un mundo diferente, lleno de oportunidades, pero exigente en cuanto a trabajo y perseverancia.
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